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26 December 2014

Expertos españoles definen por primera vez el mejor abordaje para la enfermedad renal hereditaria más frecuente



Por primera vez existen criterios uniformes para el abordaje médico integral de los pacientes con poliquistosis renal autosómica dominante (PQRAD), la enfermedad renal hereditaria más frecuente que con una prevalencia de 1 cada 800 personas, la padece el 6 -10% de la población en diálisis, siendo una enfermedad con gran impacto social y para la cual no existe tratamiento curativo a día de hoy.  
 
Consiste en la progresiva aparición de quistes renales que tras más de 20 años silentes acaban provocando enfermedad renal crónica (ERC) hasta precisar diálisis y trasplante renal. Aneurismas intracraneales, poliquistosis hepática, anomalías valvulares o quistes en otros órganos, también pueden aparecer.
 
La revista científica Nephrol Dial transplant acaba de publicar las conclusiones en formato de Guías Clínicas de un grupo de expertos españoles que buscan la igualdad entre los distintos hospitales en el manejo de estos pacientes. Coordinados por la Dra. Roser Torra, especialista en enfermedades hereditarias desde hace más de 20 años en la Fundación Puigvert, han participado el grupo de trabajo de enfermedades renales hereditarias de la Sociedad Española de Nefrología (SEN), la Red de Investigación Renal (REDinREN) perteneciente al Instituto de Salud Carlos III y la Asociación para la Información y la Investigación de Enfermedades Renales Genéticas (AIRG-E).
Estas Guías se enmarcan dentro del Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e Innovación, la Iniciativa Ingenio 2010 y el programa Consolider. Ha sido financiada por el Instituto de Salud Carlos III y desarrollada por investigadores de la REDINREN, cofinanciada por Fondos estructurales de la unión Europea ( FEDER).
Cada persona con un progenitor afecto de PQRAD tiene un 50% de probabilidades de haber heredado la enfermedad, pero también existe la rara posibilidad (5-10%) de que sin tener padres afectos sea la primera de la familia en padecerla y además con un 50% de probabilidad de transmitirla a su descendencia.

Principales conclusiones de las Guías
Una ecografía o el reflejo en una analítica de la perdida de función renal suelen sacar a la luz la enfermedad, haciendo que el 50% de pacientes entren en diálisis antes de los 60 años.
Los expertos aconsejan a los pacientes que informen a sus familiares de primer grado sobre el riesgo de padecerla y recomiendan que se les ofrezca el despistaje de la misma. Actualmente el diagnóstico genético es caro y laborioso pero en la mayoría de casos el diagnóstico por la imagen resuelve la duda diagnóstica. EN caso contrario la técnica diagnóstica de elección actual es el análisis mutacional directo de los genes PKD1 y PKD2 que puede ser usado tanto para los casos familiares como esporádicos, y resulta especialmente recomendable en el diagnóstico pre-implantacional, en los casos con un inicio muy temprano de la enfermedad y en los candidatos a donante vivo de una familia con PQRAD.
 
El 60% de los pacientes con PQRAD desarrollan hipertensión arterial que además de provocar una progresión más rápida a la insuficiencia renal terminal, contribuye a la mayor morbimortalidad cardiovascular de estos pacientes.
 
El progresivo deterioro de la función renal determina el pronóstico de la PQRAD existiendo factores de progresión, por lo que estos expertos recomiendan una ingesta elevada de agua, evitar medicamentos nefrotóxicos y determinan que el volumen renal total es el mejor predictor de pronóstico. Estos pacientes deben evitar deportes de contacto así como situaciones que conlleven un elevado riesgo de trauma abdominal.
 
Las mujeres con PQRAD que presentan insuficiencia renal o hipertensión arterial tienen un mayor riesgo de desarrollar preeclampsia y pérdida fetal durante el embarazo. No obstante, el embarazo no estaría contraindicado en mujeres normotensas con función renal normal.
 
La prevalencia de aneurismas intracraneales (AIC) en pacientes con PQRAD es del  8%, cinco veces mayor que en la población general. Son asintomáticos, miden menos de 6 mm y su rotura conlleva muerte (30-40%) o incapacidad severa (30%). El riesgo de rotura se correlaciona con el tamaño del aneurisma y con la existencia de antecedentes familiares de PQRAD con AIC, pero también con la localización, existencia de HTA, consumo de tabaco, cocaína, utilización de estrógenos y/o anticoagulantes.
 
La enfermedad poliquística hepática es la manifestación extrarrenal más frecuente. Definida como la presencia de al menos 20  quistes simples en el hígado, su detección precoz no aporta ventajas frente a una posible intervención terapéutica ya que sólo se tratan casos severos sintomáticos.
 
Sin tratamiento curativo a día de hoy, la sobreexpresión o déficit de algunas moléculas en la célula poliquística permite ciertas dianas terapéuticas en fase de investigación y/o pendiente de valoración por las agencias reguladoras de medicamentos. Pero el único tratamiento de éxito actualmente es el trasplante y tiene resultados similares al resto de pacientes no diabéticos. Además la enfermedad no reaparece en el riñón trasplantado.
 
Entre tanto sólo queda el tratamiento renal sustitutivo (diálisis) y curiosamente la supervivencia de los pacientes con PQRAD es más alta que la de los pacientes no afectos de PQRAD, siendo la diálisis peritoneal la que oferta un mejor pronóstico y calidad de vida a juicio de los especialistas.
 
Aunque la mayor parte de las manifestaciones clínicas (renales y extrarenales) de la PQRAD se producen en la edad adulta, la enfermedad se tiene ya al nacer. El avance de la ecografía renal permite que actualmente se esté diagnosticando en niños, recién nacidos e, incluso, fetos. 
El cribado ecográfico rutinario de los niños asintomáticos con uno de los padres afectos de PQRAD, sigue siendo un tema controvertido dado que no existe un tratamiento específico y un resultado ecográfico normal podría ser falsamente tranquilizador. Por un lado es deseable no efectuar exploraciones innecesarias y, por otro, ya que la PQRAD se inicia en la infancia, es importante identificar precozmente factores de riesgo de progresión de la enfermedad que permitan una intervención temprana efectiva.

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