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07 March 2013

En 2026 el 23% de los mayores de 65 años sufrirán fibrilación auricular


Actualmente la fibrilación auricular se enmarca en un contexto sanitario de creciente demanda de profesionales cualificados que responde a la cada vez mayor prevalencia e incidencia de este trastorno cardiaco.
La fibrilación auricular (a partir de ahora FA) es el tipo de arritmia más frecuente entre la población e incide especialmente en los hombres. De hecho, es la causa que más ingresos cardiológicos por arritmias provoca en la práctica clínica[i]. Una arritmia cardiaca es una alteración en el ritmo de bombeo del corazón, que en el caso de la FA se traduce en latidos rápidos e irregulares.

Este trastorno se origina por un fallo en el impulso eléctrico de corazón, que es el que desencadena la contracción del músculo cardiaco para que bombee la sangre al resto del cuerpo. La irregularidad de este impulso es precisamente lo que provoca alteraciones en el ritmo de bombeo cardiaco, que carece de la fuerza de contracción de un corazón sano. 

No existe una causa única de la FA, sino que su origen proviene de anormalidades estructurales, de carácter anatómico y funcional, que pueden haber surgido por diversos motivos. Los principales factores de riesgo de la enfermedad son la edad y el sexo. La prevalencia[ii] media de este trastorno cardiaco es del 0´5% (aunque varía según la población de estudio) y alcanza su máximo en personas mayores de 80 años, situándose en el 8%. Por otro lado, a cualquier edad la incidencia de la FA es 1´5 veces mayor para los hombres que para las mujeres, mientras que la incidencia general de la enfermedad se sitúa en el 2% anual[iii]. El riesgo de desarrollar esta alteración cardiaca a partir de los 40 años es del 26% para hombres y del 23% para mujeres[iv].

Existen otros factores de riesgo asociados de manera independiente con la FA que constituyen uno de los aspectos más negativos de esta patología, ya que su presencia incrementa el riesgo de complicaciones cardiovasculares y cerebrovasculares y reduce la supervivencia[v]. De hecho, la FA normalmente va asociada a cardiopatías y otras enfermedades, tales como insuficiencia cardiaca, cardiopatía isquémica, hipertensión arterial y enfermedad reumática. Sin embargo, existe un grupo de pacientes (entre el 15 y el 30% de los casos[vi]) en los que la FA surge de manera solitaria, es decir, no parece tener relación con ninguno de los factores de riesgo de la enfermedad.

Además, aunque la FA se presente junto con otros problemas cardiacos, la mayor mortalidad causada por este trastorno es independiente de otras variables[vii]. Por tanto, se trata de una enfermedad grave por sí sola, con elevada morbilidad y mortalidad[viii], que además incrementa el riesgo de sufrir otros problemas de salud, especialmente accidentes cardiovasculares.

Uno de los mayores riesgos de la FA es el infarto cerebral. La pérdida de fuerza del músculo cardiaco provoca una contracción irregular del mismo que puede desencadenar un estancamiento de sangre en el corazón, lo que origina coágulos. El desplazamiento de estos coágulos sanguíneos hasta el cerebro se traduce en un accidente cerebrovascular.

A todo ello tenemos que sumar la variabilidad en la sintomatología de la FA ya que, aún en el mismo paciente, esta alteración puede provocar síntomas o no, y puede aparecer y desaparecer de manera intermitente, lo que complica la detección y el diagnóstico de la enfermedad.

En cuanto al tratamiento, el objetivo terapéutico es el restablecimiento del ritmo normal del corazón, lo que habitualmente se consigue mediante terapia farmacológica, que también se utiliza para aplicar un tratamiento anticoagulante que reduzca el riesgo de problemas cardiovasculares.

El progresivo envejecimiento de la población sugiere que en los próximos años se incrementará la incidencia de la FA, hasta alcanzar el 23% entre personas mayores de 65 años para el año 2026[ix]. En la actualidad ya se ha observado una tendencia temporal e incremental de la prevalencia de FA, incluso tras ajustar los valores de sexo y edad, lo que indica un muy probable incremento del número de casos de FA y sus complicaciones asociadas. Esto representaría una enorme carga para el sistema sanitario, por lo que se debe hacer hincapié en la prevención.

Por tanto, si la cantidad de afectados por FA va a ser cada vez mayor, es lógico pensar que también va a ser cada vez mayor la demanda de profesionales cualificados en fibrilación auricular que puedan responder a las necesidades sanitarias.

Por este motivo, el Instituto de Posgrado para Estudios de Medicina y Salud (IPEM) pone a disposición de los profesionales médicos el curso en Actualización epidemiológica y clínico-terapéutica de la fibrilación auricular, que ha sido avalado por la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) como un curso de interés científico.

El curso comienza el 10 de marzo y está acreditado con 2´7 créditos de formación continuada por el Sistema Nacional de Salud. Una vez finalizado, los alumnos obtendrán un diploma emitido por IPEM que certificará su preparación en el ámbito de la fibrilación auricular.

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