Gabriel Jaramillo, durante su visita a Madrid. | Gonzalo Arroyo
Hace sólo siete semanas que Gabriel Jaramillo, antiguo director del Sovereign
Bank, asumió el puesto de Gerente General del Fondo Mundial contra el Sida, la
Tuberculosis y la Malaria, y la transformación de esta organización ya ha
comenzado.
El objetivo de Jaramillo, con más de 35 años de experiencia en el sector de la finanzas, es convertir al Fondo en una entidad más eficiente, que cumpla con las exigencias de control de los países donantes, alimentadas por la crisis y los casos de fraude detectados en 2011.
El banquero de origen colombiano está viajando por todo el mundo para explicarles a los gobiernos que contribuyen con el Fondo la importancia del papel de esta institución y qué cambios se están llevando a cabo para garantizar que su dinero se utiliza bien. Madrid fue una de las paradas de la semana pasada y allí conversó con ELMUNDO.es.
El objetivo de Jaramillo, con más de 35 años de experiencia en el sector de la finanzas, es convertir al Fondo en una entidad más eficiente, que cumpla con las exigencias de control de los países donantes, alimentadas por la crisis y los casos de fraude detectados en 2011.
El banquero de origen colombiano está viajando por todo el mundo para explicarles a los gobiernos que contribuyen con el Fondo la importancia del papel de esta institución y qué cambios se están llevando a cabo para garantizar que su dinero se utiliza bien. Madrid fue una de las paradas de la semana pasada y allí conversó con ELMUNDO.es.
El Fondo está sufriendo una profunda
transformación. ¿Cómo va a afectar a su funcionamiento?
El Fondo tiene una característica que lo
distingue del resto de entidades multilaterales en el mundo de la salud y es que
el impacto que ha tenido ha sido realmente diferenciado en
términos de vidas que ha salvado, y esto lo coloca en una categoría especial.
Cuando se habla de transformar el Fondo, no se habla de transformar una cosa que
no funcionaba a una cosa que va a funcionar, se trata de responder a unos
tiempos en que hay una crisis económica y, por lo tanto, tiene que hacer mejor
lo que ya hacía bien. El enfoque de esta transformación se centra en gran parte
en ese aspecto.
¿En qué cosiste el cambio?
Se podría sacar la lista del nombre de las
personas que se han salvado por el [trabajo del] Fondo y son millones. Y eso es
lo más fascinante de esta entidad. La transformación que estamos
haciendo responde a unos donantes más exigentes que tienen presión
fiscal en sus países, como España, pero que ven esta maravilla de institución y
quieren seguir aportando. Y para hacerlo, exigen que haya más cuidado aún del
que había sobre el dinero, son más exigentes en el impacto que debe tener el
aporte y nosotros estamos encantados con eso.
Es una transformación en la que nos
especializamos en la gestión de los 'grants' (los programas). Nosotros somos una
entidad financiera. Hacemos inversiones en los programas y en las estrategias de
los países, que son los grandes héroes de esta guerra contra las tres
enfermedades. Al hacer las inversiones, tenemos que ver que se consiguen unos
retornos muy altos, y esos retornos se consiguen utilizando las intervenciones
correctas, las medicinas que son, las más nuevas y efectivas, y los métodos
también, que dan el mejor retorno de vidas salvadas por dinero invertido.
Entonces, estamos incrementando los ejecutivos en el área de gestión de
programas en un 40% porque queremos especializarnos en esa función principal del
Fondo. De alguna manera estamos volviendo a nuestras raíces, a
lo que hacemos mejor, que es salvar vidas.
Cuando el Fondo nació, la situación del sida, la
tuberculosis y la malaria era de emergencia. Pero ahora, diez años después, es
completamente diferente.
Sí, cuando el Fondo se fundó, se hizo con tres
sentidos: emergencia, temor y generosidad. Hoy, queda el mejor de los sentidos,
que es la generosidad. En el momento en el que había temor y urgencia, se
invertía rápidamente y se preguntaba poco por los efectos, porque lo importante
era que los países se comprometieran en la lucha contra las tres enfermedades,
especialmente el sida. Los tratamientos eran escasos, su eficiencia era baja y
el coste de cada intervención era enorme por paciente. Hoy en día, gracias al
Fondo, los costes han bajado y la calidad de los tratamientos, los diagnósticos
y los sistemas de prevención ha mejorado brutalmente. Hoy podemos hacer
mucho más con el dinero, y los donantes, por la crisis, están exigiendo
que el Fondo sea más eficiente también a la hora de responder preguntas como
cuándo, quién, dónde, por qué. Nosotros estamos preparados para hacer eso y
encantados de crear los procesos para responder a las preguntas.
La reforma tiene que ver con peticiones como la
de Francia, que exige que un porcentaje de su donación se utilice para controlar
qué se hace con ese dinero?
El programa del 5% del Francia, que hemos
firmado con su Gobierno, es un programa maravilloso porque lo que hace es darnos
un 5% de dinero para que lo dediquemos a que los países recipientes puedan crear
las capacidades para gestionar el dinero que les damos. En muchas ocasiones, el
dinero que el Fondo da a un país sobrepasa su presupuesto para Sanidad, incluso
varias veces, y cuando eso sucede, los países no tienen los medios para
controlar esta inversión y, por tanto, hay que dar asistencia para que se creen
esos sistemas de control El programa de Francia es para eso. Es una medida muy
inteligente. EEUU hace lo mismo.
Esta generosidad de los donantes se ha tambaleado
en el pasado año a raíz de los casos de fraude detectados en el Fondo. ¿Ha sido
demasiado exagerada?
Nosotros trabajamos en los lugares más
inhóspitos del mundo, con las poblaciones más marginales y llegar a ellos es ya
un desafío. Obviamente, hay un riesgo fiduciario en la gestión del
dinero. Muchas veces ese riesgo es exagerado porque no se trata de que
la actividad se haya llevado a cabo o no, sino de que en esos extremos de
pobreza, conseguir el tipo de recibos que nos gusta tener en los países del
primer mundo, simplemente es imposible y llamamos fraude a lo que no lo es. Pero
sí hay fraude
y nunca se ha aceptado. Los donantes y, sobre todo, las personas que pagan
impuestos que están detrás de las donaciones, tienen que tener la seguridad de
que no hay un enriquecimiento indebido con su dinero. Por tanto, sí fue una
alerta grande lo que hubo. Los donantes hicieron una exigencia, yo creo que de
manera correcta, y nosotros hemos respondido. Por eso hay un banquero manejando
el Fondo, en reconocimiento de que hay elementos de riesgo que deben ser
gestionados.
Y hemos visto que en muy pocas semanas hemos
tenido anuncios muy positivos, como la donación
de Bill Gates de 750 millones de dólares, el Gobierno japonés, después de la
tragedia que sufrieron el año pasado, ha anunciado una participación todavía
superior que en el pasado... Son cosas que nos motivan muchísimo.
Entonces, ¿habrá conferencia urgente de
donantes?
Este año estamos procesando una gran cantidad de
nuevos programas, los que llamamos de fase II. Y ese monto puede estar entre los
2.500 y 3.000 millones de dólares. Es una inversión muy importante. Pero hay una
petición enorme de los países porque han incrementado su capacidad, se han
vuelto 'buenos' en la guerra, digamos. Tienen programas muy efectivos, han
creado estructuras de vigilancia que son una parte fundamental de la forma en la
que opera el Fondo. Yo me sumo a esa petición y queremos encontrar la forma de
satisfacerla. Buscaremos la oportunidad de hacerlo. Sin embargo, sabemos que
primero tenemos que demostrar que nos estamos transformando y que lo estamos
haciendo de la forma en que prometimos a los donantes.
Y no tienen miedo de que durante este tiempo de
reorganización haya programas que tengan que cerrar por falta de dinero.
La discontinuidad de los programas no es
una opción. Somos demasiado importantes como para colapsar. Hay una
responsabilidad ética que está muy bien entendida por los países donantes, y es
un gran orgullo poder mantener a esas poblaciones con una calidad de vida
buena.
Si se detecta que existe ese riesgo en alguna
población en concreto, ¿hay algún mecanismo de emergencia pensado?
Tenemos programas de prioridad claramente
establecidos y siempre estamos listos para reaccionar.
Así que si alguien necesita dinero en este tiempo
en el que no se está dando, lo va a recibir.
No vemos la posibilidad de discontinuar
programas en la parte fundamental, que es mantener vivas a las personas que
hemos salvado.
Un aspecto importante del Fondo es que se dedica
a crear y fortalecer los sistemas sanitarios de los países en los que
invierte.
Y más que eso, porque la textura de los
sistemas democráticos de los países es mucho más plural gracias al
Fondo. El Fondo tiene unos efectos colaterales enormes porque sentamos
en la misma mesa a los altos directivos de un Gobierno con representantes de la
sociedad civil, de las poblaciones más marginalizadas, que no reciben atención
en los debates importantes del país, y obliga a que se pongan de acuerdo. Esto
hace las sociedades más plurales.
Con su llegada, el Fondo ha adquirido a ojos de
la sociedad un perfil claramente financiero, aunque en realidad, ése es
realmente su trabajo.
El Fondo es una institución financiera.
Somos los banqueros de la guerra [contra el sida la
tuberculosis y la malaria], damos el dinero para que se dé la guerra. Cuando no
es suficiente, nos corresponde conseguir lo que hace falta. Somos una entidad
privada y, como tal, no somos la organización multilateral, burocrática, pesada
de las Naciones Unidas. Somos mucho más ágiles y la eficacia del Fondo se debe
en gran parte a la sabiduría de los países fundadores, que decidieron tener un
tipo de entidad diferente. El hecho de yo haya sido banquero me prepara bien
para manejar una entidad como ésta, pero lo que tengo en esta etapa de mi vida,
después de retirarme, es una pasión enorme por el Fondo. He podido ver toda la
cadena, desde cómo un país abre una cuenta en el Banco Mundial hasta ese
drogadicto en un callejón de Nairobi que en un momento de iluminación tiene que
cambiar de jerenguilla. Y en esa cadena, es fácil apasionarse.
Su trabajo durará un año.
Sí. Es mi contribución al mundo de la salud
global. El año pasado me dediqué a la Malaria. Este año tengo la oportunidad de
introducir prácticas del sector privado para que el Fondo sea todavía más eficaz
y el año entrante estaré haciendo esto mismo pero no sé dónde.
Cuando termine este año, ¿se recuperará la figura
del director general o se mantendrá este nuevo puesto de generente general?
Estamos iniciando con el consejo el tema de la
sucesión, una de las responsabilidades más importantes. El debate empezará a
partir de abril y de ahí saldrá una conclusión sobre cómo será la gobernanza del
Fondo.
¿Cuáles son los objetivos a los que debe apuntar
el Fondo en esta nueva década. Debe abrazar el discurso de EEUU de 'el fin de
las epidemias'?
Nuestra función es vertical contra las tres
enfermedades y queremos seguir haciendo eso. Creemos que es igualmente
importante fortalecer los sistemas de salud de los países pero no hay que elegir
entre una cosa u otra. Nosotros somos la mejor entidad para combatir las
tres enfermedades, para que las personas no mueran y la sustentabilidad
viene de poder embarnecer esos sistemas de salud. Las dos cosas tienen que
suceder al mismo tiempo y las dos cosas están sucediendo al mismo tiempo.
¿Cuándo considerará su tarea finalizada?
Cuando llegué al Fondo, envié una carta a todos
los participantes y en esa carta me comprometí a tres cosas: a tener una entidad
con unos procesos de gestión muy serios, muy comprometidos con los programas,
con rigor, con disciplina; a generar los debates estratégicos sobre elementos
que dan un retorno sobre la inversión mucho mayor en términos de vidas salvadas
y a crear modelos de negocio y de riesgos para los países más desestructurados y
más pobres, y también para los más desarrollados; y, por último, a
encontrar nuevas formas de conseguir dinero: aumentar la
participación de los países tradicionales y encontrar la forma de que otros, que
ya se 'graduaron', lo hagan.
Quizas sea una garantía de futuro que China,
India o Brasil inviertan en el Fondo.
Queremos que China, India, Brasil, Indonesia,
Méjico, Corea del Sur, Arabia Saudí, Turquía y otros más, aporten y lo hagan de
forma feliz porque ven el impacto que están teniendo en la parte más pobre del
mundo. Porque es difícil, y yo no era consciente de esto, encontrar inversiones
que den un retorno más alto que las que se hacen en materia de salud. No
hay carretera, aeropuerto o infraestructura que dé retonos mayores que el
control de una enfermedad en una región.
¿Cuál es la situación de las tres
enfermedades?
En malaria, hemos tenido una reducción de casos
y de muertes y tenemos el objetivo de alcanzar las cero muertes para 2015. La
tuberculosis es un tema más complicado porque existe en muchas partes del mundo
y es una guerra diferente. Tenemos una labor para varios años. En el sida, el
número de transmisiones ha bajado brutalmente y creemos que los contagios de
madre a hijo se pueden llevar a cero para 2015. El Fondo es fundamental
para poder alcanzar los Objetivos del Milenio 4, 5 y 6.
Qué sucedería si el Fondo se debilitara.
No es una opción. El Fondo es demasiado
importante para que eso suceda.
**Publicado en "EL MUNDO"
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