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27 May 2011

El 66% de los pacientes con Síndrome de Piernas Inquietas también tienen crisis de síntomas diurnos

El Síndrome de Piernas Inquietas (SPI) es una enfermedad crónica que afecta a cerca del 2-5% de la población adulta de nuestro país. Entre sus síntomas más frecuentes destacan la imperiosa necesidad de mover las piernas, frecuentemente acompañada de sensaciones molestas en estados de reposo, sobre todo por la tarde-noche, lo que provoca gran dificultad para conciliar y mantener el sueño. Sin embargo, el Primer Estudio sobre Sintomatología Diurna del SPI y Toma de la Medicación Diaria ha puesto de manifiesto que, en la actualidad, hasta un 66% de los pacientes también padecen crisis sintomáticas diurnas, lo que complica todavía más la actividad diaria de quienes padecen esta enfermedad.

La investigación, que contó con la participación de un total de 224 pacientes, fue llevada a cabo a finales de 2010 de la mano de la Asociación Española de Síndrome de Piernas Inquietas (AESPI) y el Instituto de Investigaciones del Sueño de Madrid (IIS). Sus resultados se han presentado recientemente por el Dr. Diego García-Borreguero, director del IIS, en el marco de una jornada para pacientes de la AESPI celebrada estos días en Madrid. “Hasta el momento del estudio, las soluciones terapéuticas se han centrado específicamente en el control de las crisis nocturnas. El hecho de que por primera vez se haya demostrado que la mayoría de los pacientes diagnosticados, en grado moderado a severo y con una media de tratamiento de tres años, continúen presentando crisis sintomáticas durante el día demuestra la necesidad de nuevas terapias que faciliten un control continuado durante las 24 horas del día”, comenta el doctor.

Los síntomas diurnos, que se manifiestan principalmente en los momentos de inmovilidad, son uno de los factores fundamentales de la pérdida de calidad de vida en los pacientes con Síndrome de Piernas Inquietas. “Estas personas tienen grandes dificultades para estar sentados, relajarse, trabajar, conducir, participar en una reunión, o disfrutar del tiempo libre… aspectos de la vida que todos consideramos naturales y que ellos no pueden disfrutar con normalidad”, indica García-Borreguero, y avanza: “Siguiendo los datos de este análisis, hemos advertido que hasta el 71% de los pacientes con este tipo de crisis diurnas no lograba mejorar con los tratamientos existentes”.

A la hora de analizar las terapias recibidas por los pacientes objeto de la muestra, los resultados reflejan que más de la mitad de la muestra (51%) tomaba combinaciones de fármacos, mientras que un 44% era tratado con un único medicamento. El estudio también ha revisado las opiniones de los pacientes sobre la capacidad de los tratamientos que recibían para solventar los síntomas del SPI en general. El 56,7% de los encuestados consideran que necesitarían dosis superiores de los fármacos, bien sea a través de una dosis adicional (el 30,4%), bien a través de una dosis superior en total del fármaco (26,3%). “Esto viene a demostrar que, en el momento de la recopilación de datos para el estudio, los pacientes se consideraban insuficientemente tratados”, analiza el doctor.

Otro importante dato extraído de la investigación es que la duración media de la enfermedad en los pacientes de la muestra era de 18 años, “sin embargo, la media de duración del tratamiento no alcanzó los seis años (5,97 años). Esto significa que la mayor parte de ellos han sido diagnosticados muy tarde y han comenzado su tratamiento en el último tercio de su enfermedad”, explica García-Borreguero.

La investigación también ha logrado advertir que en la actualidad, el 43% de los pacientes diagnosticados recibe el tratamiento a través de su neurólogo, el 28,6% es tratado por un especialista en trastornos del sueño, mientas que solo el 9% acude a su médico de atención primaria. “Esto indica que los profesionales de atención primaria todavía no se sienten suficientemente familiarizados con el SPI y que todavía estamos ante una patología muy desconocida. Sin embargo, en los próximos años estos porcentajes deberían invertirse ya que, al tratarse de una enfermedad tan común entre la población y al existir tan pocos especialistas se hace necesaria una formación completa de los médicos de cabecera para que puedan atender con confianza las necesidades de estos pacientes”, completa García-Borreguero.

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