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17 November 2009

En Atención Primaria no se utiliza lo suficiente la espirometría para valorar la EPOC y el asma

La espirometría, que mide la función pulmonar de una persona, sirve para valorar el grado de obstrucción bronquial –la alteración fundamental, aunque no la única- en enfermedades como el asma y la EPOC. En ambas, la espirometría permite confirmar el diagnóstico y valorar la evolución de la enfermedad, por lo que debe realizarse de forma regular en el seguimiento de los pacientes con la periodicidad que determine la gravedad del proceso. Sin embargo, hoy en día esta herramienta no se utiliza lo suficiente. Así quedó de manifiesto durante el V Curso de Actualización Teórico-Práctica en Neumología organizado en Madrid por AstraZeneca.
"La espirometría es una técnica sencilla, pero no trivial, y debería poder realizarse en el ámbito de la Atención Primaria; lamentablemente, en este entorno no está todo lo extendida que debiera", explica Carlos Villasante, jefe de Sección de Neumología del Hospital Universitario La Paz, centro donde tuvo lugar el curso. Es además una prueba importante, señala este experto, porque en el caso de la EPOC "sirve para categorizar el grado de afectación y estimar la gravedad".
En esta dirección, Villasante recordó la alta prevalencia de la EPOC en la población española, en torno al 10% en los mayores de 40 años, y el alto consumo de recursos que genera, tanto en las consultas de Atención Primaria y especializada como en ingresos hospitalarios. "Es la única enfermedad prevenible cuya tasa de mortalidad no ha disminuido en los últimos años, sino que ha aumentado y se calcula que será la tercera causa de muerte en 2025", afirma.
El curso, que comprendió módulos teóricos en forma de cuatro mesas redondas y talleres prácticos de formación, también abordó temas como el tratamiento farmacológico del asma. "Se trata de un tratamiento escalonado en seis pasos, según las últimas recomendaciones de la Guía Española de Manejo del Asma (GEMA)", apunta Villasante, quien asegura que el objetivo es alcanzar el mejor grado posible de control de la enfermedad, por lo que deben recorrerse en sentido ascendente o descendente en función de la evolución que determina la variabilidad del proceso.
En opinión de este neumólogo, "al enfermo, en el contexto de un programa educativo más amplio, hay que suministrarle un plan de acción que incluye las medidas que debe cumplir regularmente y las modificaciones que él mismo debe introducir cuando se producen alteraciones en el grado de control de su enfermedad". En este sentido, para Villasante es "fundamental la implicación del paciente, ya que debe tomar parte activa en el tratamiento y decidir las modificaciones que le permitan alcanzar el mejor control y evitar agudizaciones".
Por último, los expertos reunidos, no quisieron olvidar la situación del enfermo respiratorio terminal, claramente diferente en función de la patología que lleve a dicha situación. "En los enfermos con cáncer de pulmón, la asistencia en las fases terminales del proceso está bien protocolizada y existen recursos adecuados para llevarla a cabo, si bien hay diferencias en función de las distintas Áreas Sanitarias", matiza este neumólogo.
En el caso del enfermo respiratorio terminal por otros procesos, los protocolos no son tan precisos como en los pacientes oncológicos y la variabilidad en la asistencia es mayor. "Por esta razón, hemos llevado a cabo una sesión teórica para abordar esos aspectos desde tres perspectivas: la del médico de Atención Primaria, que atiende al paciente fundamentalmente en su domicilio; la del neumólogo, que lo hace en el hospital; y el análisis del perfil psicológico que desarrolla la Dra. A. Palao, psiquiatra del H.U. La Paz con experiencia en pacientes respiratorios terminales", concluye.

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