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19 October 2009

El tratamiento precoz de la gota disminuye el riesgo de enfermedades cardiovasculares

No tratar de forma temprana a los enfermos de gota, permitiendo que esta patología se convierta en grave, aumenta el riesgo de que los pacientes sufran alguna enfermedad cardiovascular que produzca la muerte. Ésta es una de las conclusiones del estudio "Gravedad de la enfermedad y mortalidad en pacientes con gota", que se ha presentado en el congreso anual del American College of Rheumatology, el cual se está celebrando del 17 al 21 de octubre en Philadelphia (Estados Unidos) y que cuenta con una importante presencia de investigadores y especialistas españoles de la Sociedad Española de Reumatología (SER).
La gota es la enfermedad que se debe a la formación de cristales de una sal de ácido úrico (urato monosódico monohidratado) en el interior de las articulaciones. Habitualmente se manifiesta con inflamación de articulaciones, brusca, intensa y dolorosa y afecta sobre todo a la población masculina.
La prevalencia de la gota está aumentando en los países occidentales en que se ha investigado, probablemente por el cambio en los hábitos dietéticos, el aumento de la frecuencia de obesidad, del empleo de fármacos diuréticos y de la pérdida de función renal asociada a la edad. En la actualidad, y según datos publicados en el Manual SER de Enfermedades Reumáticas, la gota afecta a 2 de cada mil de los varones entre 18 y 54 años y a 52 de cada mil de los mayores de 65 años, lo que en España se traduce en cerca de 200.000 personas.
Tal y como comenta el investigador principal de este estudio, el Dr. Fernando Pérez-Ruiz, del Servicio de Reumatología del Hospital de Cruces, en Baracaldo y que ha acudido a este congreso gracias a las becas ACR que ha concedido la SER en colaboración con Amgen, "hay cinco variables que están asociadas independientemente a un aumento en la mortalidad observada. Entre ellas se encuentran la edad, los antecedentes de enfermedades vasculares previas, que la gota esté asociada a otras dolencias –fundamentalmente insuficiencia cardiaca y renal-, los niveles más elevados de uricemia antes del tratamiento y a la gota tofácea, es decir, con depósitos de ácido úrico ya apreciables en la exploración".

-Evitar la inflamación disminuye el riesgo CV
El estudio Gravedad de la enfermedad y mortalidad en pacientes con gota es el único hasta ahora que ha estudiado si existe una asociación entre la gravedad de la gota y un aumento de la tasa observada de mortalidad. Se trata de un prospectivo realizado en un único Servicio de Reumatología durante 16 años. "Ya se sabía que en otras enfermedades inflamatorias crónicas no controladas, como la artritis reumatoide, se incrementa su riesgo de sufrir una afección vascular, pero no estaba demostrado que ocurriera lo mismo con la gota. Gracias a este trabajo hemos podido comprobar que sí, que la gota se comporta como cualquier otra enfermedad inflamatoria en su relación con eventos cardiovasculares", indica el doctor Pérez-Ruiz.
En este trabajo se ha seguido a más de 700 pacientes, de los cuales el 94% era población masculina. De ellos, el 51% tenía entre una y cuatro articulaciones afectadas y el 35% presentaba un número mayor, presentando tofos (depósitos de urato palpables) un tercio. a pesar de ello, menos de la mitad habían recibido tratamiento previo para reducir los niveles de ácido úrico y sólo algo más de la mitad de los pacientes con gota grave.

-Importancia del control médico
El tratamiento de la gota requiere la reducción de los niveles de ácido úrico por debajo de lo considerado normal y durante un tiempo suficiente que permita que los síntomas remitan y desaparezcan los cristales de urato definitivamente. "El control de esta enfermedad es bastante laxo, llegando a extremos en los que la mitad de los pacientes no tienen buen control de la uricemia, por lo que tras años de tratamiento siguen teniendo ataques de gota", explica el doctor Pérez-Ruiz. "No basta con un control aceptable, lo ideal es que el control de la uricemia sea estricto, precoz y nunca lleguen a tener inflamación crónica".
De hecho, la adherencia al tratamiento para la gota es algo fundamental para llegar a un punto en que la enfermedad no tenga actividad. "La terapia ha de ser estricta y seguida no sólo hasta que el paciente no tenga síntomas, sino hasta que desaparezcan por completo esos cristales que provocan los ataques de gota y se evite que se formen nuevos cristales", concluye el experto, apoyándose en otro de los trabajos presentados al mismo congreso por el mismo grupo investigador del Hospital de Cruces.

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