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17 March 2009

Miles de pacientes con dolor de espalda son expuestos a tratamientos inútiles y peligrosos



El dolor lumbar, o lumbalgia mecánica (o "inespecífica"), es una de las causas más frecuentes de atención médica en los países industrializados. Para tratarla, actualmente se usan más de 200 tipos de medicamentos, inyecciones, técnicas quirúrgicas, implantes y otros productos sanitarios, y su número crece constantemente. Pero la mayoría de ellos no ha demostrado científicamente ser eficaz, seguro ni eficiente, mientras que se infrautilizan otros que sí han demostrado serlo.
Eso conlleva riesgos innecesarios para los pacientes, y un coste superfluo para los Sistemas de Salud. De hecho, la introducción de nuevas tecnologías sanitarias es el principal motivo del incremento exponencial del gasto sanitario que está amenazando la sostenibilidad de los Sistemas de Salud.
Por ejemplo, tanto en EE.UU. como en Europa se ha duplicado el número de operaciones quirúrgicas de fusión vertebral, a pesar de que los estudios científicos cada vez cuestionan más su eficacia. De hecho, en la reciente lista elaborada por la revista Consumer Reports, la cirugía de la espalda ha resultado ser la tecnología más usada excesiva e inadecuadamente.
Del mismo modo, las técnicas de termocoagulación intradiscal (que consisten en "quemar" el interior del disco intervertebral con el fin de destruir los nervios que transmiten el dolor), se han aplicado sólo en EEUU a más de 75.000 pacientes, antes de que se demostrara que son ineficaces y peligrosas.

También otras tecnologías, como las infiltraciones intradiscales de corticoides, los aparatos de tracción, o muchos implantes para reforzar la fusión vertebral, se están aplicando a los pacientes sin haber comprobado previamente si son eficaces o si sus riesgos están justificados. Al mismo tiempo, se ha ido conociendo la existencia de múltiples becas de investigación ficticias y otros incentivos económicos que ligan a algunos médicos e investigadores con ciertos sectores de la industria sanitaria.
En este contexto, la publicación de casos en los que los pacientes han sufrido complicaciones graves por someterse a tecnologías que posteriormente han demostrado ser inútiles, está mermando su credibilidad en los médicos, los Sistemas de Salud y las autoridades sanitarias.
En el artículo "¿Es la investigación sobre dolencias de la espalda un campo minado?", que publica la revista científica Spine, un grupo de los principales expertos internacionales en el ámbito de la espalda,* entre los que se incluyen dos españoles, analizan las causas que han llevado a esta situación y definen las medidas necesarias para solucionarla.


-Falta de transparencia, intereses comerciales y autoridades permisivas
Mientras que médicos y pacientes quieren tratamientos que mejoren los resultados de los vigentes -por lo que necesitan que los resultados de las nuevas tecnologías se comparen con éstos-, la industria quiere desarrollar nuevos productos para comercializarlos -por lo que intenta venderlos sin evaluarlos antes, y si es obligada a hacerlo los compara con tratamientos obsoletos o ineficaces-. "Además –afirma el doctor Francisco M. Kovacs, director de la Red Española de Investigadores en Dolencias de la Espalda (REIDE) y uno de los coautores españoles del artículo-, la industria usa estrategias cuestionables para maximizar sus ventas. Por ejemplo, patrocina estudios que no evalúan los aspectos verdaderamente importantes para la evolución de los pacientes, sino que se centran en aspectos nimios en los que sus productos parecen ser ventajosos, aunque en la práctica no supongan ninguna mejora real. Además, suele manipular a su favor todas las fases de esos estudios (desde su diseño y la definición de sus objetivos, al análisis de sus resultados), y en numerosos casos influye en su publicación, aumentando artificialmente el número de publicaciones de los resultados favorables, impidiendo o retrasando la difusión de los desfavorables". Por otra parte, tal y como apunta el artículo, la financiación de la industria es esencial para muchas Sociedades profesionales, lo que le permite influir en sus decisiones y acallar sus críticas.
A ello se suma que las autoridades sanitarias no controlan con suficiente rigor el proceso de evaluación de las tecnologías sanitarias. De hecho, con frecuencia las tecnologías no farmacológicas (como los implantes o las prótesis), y todas las técnicas quirúrgicas, simplemente no se evalúan; se aplican directamente a los pacientes sin comprobar antes si son eficaces o seguras. Además, las autoridades tampoco disponen de mecanismos que les permitan recoger sistemáticamente todos los datos que genera el uso de una tecnología sanitaria en la práctica, cuyo análisis permitiría comprobar su efecto real, detectar rápidamente las complicaciones imprevistas, afinar su aplicación, evitar el coste inútil que supone su uso en casos inadecuados, y optimizar sus resultados.





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